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VÓRTICES DRAGÓN

DESPERTAR DE LA SERPIENTE ROJA

Los vortices dragón son los centros energéticos relacionados con la energía lunar de Lilith. Cuando se despiertan, se abren las compuertas para que el fuego kundalinico oscuro de la serpiente pueda pasar. Cada vórtice contiene una máscara de Lilith, reflejos corporales del despertar de la Serpiente Roja. Umbrales que se activan y despiertan el fuego serpentino. Es el fuego oscuro que consume la carne y revela la divinidad prohibida.


En el centro oculto del cuerpo y del alma yace una serpiente olvidada, no la serpiente blanca del equilibrio, sino una Serpiente Roja, impregnada de deseo, furia y verdad. Ella duerme entre los pliegues del mundo inferior, enroscada en el umbral de los abismos carnales, en la oscuridad tibia entre el sexo, la muerte y la creación.


Esta serpiente es el Dragón Interno, y sus siete vórtices arden como sellos de fuego infernal que marcan el paso de la consciencia a través de la transformación. Su despertar no es una iluminación apacible, sino una coronación de sombras. No conduce al cielo, sino al trono sangriento de la diosa caída: Lilith.


Los Vórtices del Dragón son centros de poder ardiente, resonancias oscuras dentro del cuerpo sutil, puertas que conectan el plano físico con los infiernos del alma. No son chakras en el sentido tradicional, sino nudos de transgresión, deseo y muerte, que solo se activan a través del sendero de la Desobediencia Primordial. Cada vórtice contiene una emanación de Lilith, una máscara de su fuerza devastadora, un arquetipo que rompe las cadenas del alma domesticada.


Activar un Vórtice es desatar un demonio interno, es permitir que un fragmento de Lilith devore la carne ilusoria del ego. El Dragón no asciende suavemente: empuja, muerde y quema. Es el rugido del deseo, del poder oculto y de la identidad no domesticada.


El Fuego de Lilith no es simplemente kundalini. Es su transmutación oscura. Mientras la tradición busca el equilibrio entre polaridades, Lilith exige que una parte de ti arda para que otra pueda renacer. Este fuego no purifica en el sentido moral. Devasta y libera. Es un fuego voluptuoso, carnal y espiritual. Nace en los abismos del cuerpo y asciende como una marea sangrienta, reconfigurando la esencia misma del ser.


Cuando esta energía asciende por la columna, no sigue el orden del cosmos, sino del caos fecundo. Es una serpiente que destruye templos interiores para construir uno solo: el templo de la Sombra Sagrada. En la base yace el deseo puro, no filtrado por la moralidad. Es la pasión primigenia, el instinto reptiliano de supervivencia, sexualidad y sangre. Cuando este vórtice se abre, se siente una hambre antigua, un anhelo por fundirse con la tierra y los cuerpos. Es el primer silbido de la serpiente.


El ascenso por los Vórtices del Dragón es una iniciación cruda y visceral. No es para quienes buscan armonía, sino para quienes están dispuestos a romperse para renacer. Es el camino del fuego infernal, donde cada vértice abierto es una llaga de poder, una herida sagrada por donde sangra el espíritu hasta volverse ferozmente libre. La energía asciende como un veneno ardiente, se enrosca en la columna, no suavemente sino con espasmos, visiones, lujuria, cólera y éxtasis. Cuando alcanza el séptimo vórtice, no eres iluminado, eres coronado.


Despertar los Vórtices del Dragón es casarse con la Noche, es dejar atrás la humanidad domesticada y abrazar el arquetipo de lo Infernal Femenino. No se trata de adorar a Lilith como una deidad lejana, sino de permitir que su fuego arda dentro de ti. Es el sendero de la diosa que no se arrodilla, que ama sin pedir perdón, que mata y renace con cada aliento.


Cuando el Dragón asciende, tú ya no eres tú.

Eres el fuego encarnado. Eres el templo viviente de Lilith.

 
 
 

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